Toropí, el yacimiento paleontológico que revela el pasado de la fauna sudamericana
En las afueras de la ciudad de Bella Vista, Corrientes, se encuentra una de las mayores reservas de fósiles
del norte de la Argentina: el arroyo Toropí. La gran diversidad de especies y
el excelente estado de conservación en el que se encuentran los restos
sorprende a los paleontólogos, quienes llegan hasta la enorme cárcava erosiva
formada allí para buscar elementos que permitan reconstruir la evolución y
desaparición de la fauna prehistórica en Sudamérica.
Los trabajos
en Toropí comenzaron hace más de 40 años, a cargo de científicos del Centro de Ecología Aplicada del
Litoral (CECOAL, CONICET – UNNE) y de la Universidad Nacional del Nordeste
(UNNE). Durante la última década y media, las campañas se hicieron
más frecuentes y se multiplicaron los hallazgos de grandes mamíferos extintos,
como mastodontes, gliptodontes o toxodontes.
Para ubicar
históricamente a los animales que vivieron en la región de Toropí hay que
remontarse a más de30 mil años atrás. Los fósiles que allí se encuentran datan
del Pleistoceno, que fue la penúltima época del periodo Cuaternario de la era
Cenozoica, previa al Holoceno, que es la última etapa en la que se divide la
historia de la tierra y se extiende hasta la actualidad.
“Aunque en
términos evolutivos está muy alejada, la forma y el tamaño de la fauna que
habitó esta región de Sudamérica hasta hace 10 mil años atrás –que es cuando se
produjo la extinción-, es similar a la de África en la actualidad”, señala
Alfredo Zurita, investigador independiente del CONICET en el CECOAL. Por sus
características sedimentológicas, cada lluvia cambia el paisaje de Toropí y
permite que aparezcan, con una extraordinaria frecuencia, los restos de estos
animales.
En Toropí se
han hallado fósiles de más de 35 especies que revelan que en esta zona de
Corrientes existían mastodontes, que fueron grandes elefantes sudamericanos de
más de 4 toneladas; gliptodontes, enormes armadillos de hasta 800 kilos y
toxodontes, otro género extinto con características similares a las de los
hipopótamos. También se encontraron restos de perezosos terrestres de más de
700 kilos y de tortugas gigantes, con un tamaño similar a las que actualmente
se encuentran en las Islas Galápagos, en Ecuador.
“La
diversidad es muy grande no solamente en lo que hace al número de especies,
sino también en cuanto a las formas. Hemos hallado registros de pequeños
roedores, de 600 o 700 gramos, hasta de enormes mastodontes, de 4 o 5
toneladas”, destaca el paleontólogo.
Todas estas
características configuran un magnífico escenario para el desarrollo de
distintas líneas de investigación. “Es un yacimiento que desde el punto de
vista científico tiene un valor enorme. Actualmente tenemos en el grupo de
investigación una becaria doctoral y una postdoctoral del CONICET trabajando
específicamente temas vinculados a Toropí y estamos intentando sumar estudios
desde otras perspectivas”, menciona Zurita, quien comenzó a trabajar en este
emplazamiento hace unos 15 años junto a la paleontóloga Alicia Lutz, una de las
pioneras de los estudios en este lugar.
Ambos fueron
parte del equipo de científicos que en 2015
impulsó la fundación del primer Museo Paleontológico de la provincia de
Corrientes, que está en la ciudad de Bella Vista y fue creado con el
objetivo de mostrar la gran diversidad de la fauna que habitó la zona. Con la
colaboración de distintos organismos locales y nacionales, el proyecto aspira a
seguir creciendo y convertirse en un parque paleontológico.
“El museo fue
una consecuencia de nuestro trabajo y es un buen ejemplo de cómo la actividad
diaria de los científicos puede transformarse en algo tangible para la sociedad”,
resalta el investigador. Las tareas de extensión que realizan los
investigadores, becarios y técnicos también incluyen capacitaciones a la
comunidad para valorizar Toropí y evitar daños y saqueos de fósiles, un
problema que preocupa a los grupos que trabajan en la zona.
Para Zurita,
un fósil es casi un milagro. En este caso, explica, el proceso de fosilización
ocurre cuando el mineral circundante reemplaza lo que fue el hueso del animal y
lo transforma en una réplica en roca. “Cada fósil tiene un valor incalculable
porque probablemente no aparezca otro igual. La pérdida de cualquier fósil es
irreparable para la ciencia y para el patrimonio cultural del país”, advierte.
Nuevo
hallazgo
Hace pocas
semanas, durante una campaña organizada para extraer restos de un mastodonte,
el hallazgo de fósiles de un animal carnívoro –presuntamente, un felino-,
sorprendió a los paleontólogos. De confirmarse las estimaciones, se trataría
del tercer ejemplar de este orden hallado en cuatro décadas de exploraciones en
Toropí.
“Está muy
bien conservado, lo que nos va a permitir identificar la especie a la que
pertenece y ayudarnos a conocer más acerca de cómo funcionaba este ecosistema.
Hasta ahora, la gran mayoría de los registros que tenemos corresponden a
animales herbívoros”, explica Zurita.
Luego de la
extracción en el yacimiento de Bella Vista, los fósiles fueron trasladados a
Corrientes para empezar a ser procesados para el estudio. Carlos Luna, técnico
de la Carrera de Personal de Apoyo del CONICET, es el encargado de realizar
estas tareas en el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del CECOAL. “El
trabajo posterior no sólo consiste en retirar los sedimentos que cubren al
fósil, sino que también evaluamos el estado de fragilidad del material y
aplicamos distintas metodologías para consolidarlo y permitir que pueda ser
manipulado durante su análisis”, detalla.
Además de los
restos del animal carnívoro, en la última campaña se obtuvieron mandíbulas de
un perezoso y de un mastodonte. “Todos estos materiales nos permiten
ampliar los horizontes de los estudios. Tenemos las puertas abiertas para un
montón de investigaciones”, concluyó.

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